lunes, 9 de junio de 2014

ALMERÍA, MI CIUDAD (fragmento)

VII
Pisar guijarros de tus playas en noches de amor y luna,
calman penas causadas por el ardor de las llagas

Necesito recorrer tu cuerpo entero, ciudad mía, internarme
en el eclipse que proyecta sobre ti sombras de eternidad,
restar tristezas de tu semblante, recuerdos de otros tiempos
—hermanos contra hermanos, sin cara, sin rostro...— 
en que fuiste hija de la más terrible ira de las ciegas nieblas
de la historia, batallando en silencio, con penas
y espartos, contra el invencible ejército
del intransigente poder oscuro.
¡Ah, aquel siglo esplendoroso de la Almería pujante!
Eras entonces capital y señora de un reino de taifas,
paz, prosperidad y respeto, en un tiempo de batallas,
de internas discrepancias por el poder del trozo de tierra;
peregrinaje continuo de nuevos adoradores de tu gracia,
creciste desmesuradamente, tanto que hubo que amurallarte.
Jairán cercó tu borde oriental, el arrabal de la Musalla
y Zuhayr el arrabal occidental de Hawd y pasaste a ser,
tras Córdoba y Toledo, la ciudad musulmana más poblada
y tu alcazaba, la más esplendorosa joya de tu corona;
tu hija predilecta.

Fragmento del poema «Almería, mi ciudad» del libro «ALMERÍA MILENARIA»
Antonio García Vargas

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