viernes, 19 de diciembre de 2014

EL PALACIO DE ALMERÍA

EL PALACIO DE ALMERÍA
—Recreación en hexámetros de la Epístola de Muhammad Ibn Muslin—

Aprovechando la celebración del Milenio del Reino de Almería, rescato esta bella alegoría sobre nuestra ciudad. Data del siglo XI. Desde que la leí, hace años, supe que algún día, con tiempo,  pasaría a hexámetros dactílicos puros la entrañable epístola, escrita en prosa arrebatada, que Muhammad ibn Muslin, secretario en aquellas fechas del rey Alī ibn Muyahid, escribiera al rey de Mallorca cuando el rey de Denia ya había sido destronado, contándole un viaje que realizara el secretario por las Cortes de Almería, Granada y Sevilla, con una misión del rey Alí.
En el poema, reflejo solo la parte correspondiente a la impresión que le produjo a Muhammad su estancia en Almería magnificando la amigable acogida. Al final, expongo su epístola tal y cómo fue originalmente escrita y traducida.


MUHAMMAD IBN MUSLIN EN EL PALACIO DE ALMERÍA
Quiero contar lo que fue mi primera visita a al Mariyya,
dar mi impresión y sorpresa, cantar aquel magno espectáculo
para solaz de quien quiera leerlo y gozar de su encanto.
Tras travesía tan larga y harto azarosa llegamos.
Vimos su puerto de piedra y arena, sus montes y casas
entre el graznido del ave marina y olores de algas.
Era, de lejos, la joya que engarza el final de mi viaje
cual recompensa visual, recogida su arcilla, desnuda,
sobre la falda del monte, rendida y hermosa hurí
bajo la atenta mirada de su colosal alcazaba.
Era su sol deslumbrante, guardián que la vista quemara,
mas en sus brisas suaves notaba el calor del abrazo.
Luego llegamos andando a una preciosa mansión
de amplios contornos. Diríase al verla que estaba plantada
sobre las ascuas de ríos inmensos, allá derramada
entre los bosques de verdes palmeras que alegres crecían
junto a frutales y sobre las tierras que el delta del río
con el transcurso del tiempo, amoroso, había creado.
Bálsamo eran sus aires, su olor alejaba tristezas,
la sensación de placer aumentaba el deseo de vida.
Su singular claridad ensanchaba el tamaño del pecho
con su alojado latir, provocando emociones diversas
y entre los gráciles dedos de alguna deidad encantada
chorros de agua brotaban cual fuentes de néctar mezclándose,
fuesen jengibre o quizá manantial de aquel río edénico.
Vi arrayanes de verde topacio creciendo entre piedras,
árboles pura esmeralda, collares de oro en toronjas
y entre corales de mirtos fulgían mil perlas diversas.
En el palacio, ya dentro del magno Salón de los Reyes,
—gran edificio, pulidos cristales, ornado cual novia,
encrucijada del regio palacio, del lado del mar,
con el collar de avestruz, revestido de auroras, lumínico—,
nos inclinamos. Refieren algunos que dentro,  en su cúpula,
hay un firmamento, un cielo plagado de soles y estrellas.
Vimos, sentado, esperando en lugar preferente, al rey,
como flotando entre nubes, jinete en su atril, vigoroso.
Todos cumplimos con la obligación del respeto y saludo,
luego tomamos asiento en la mesa, dispuesto el almuerzo.
Nos rodearon con platos de oro y de plata, con fuentes
enriquecidas con vivos colores y bordes dorados
que parecían soñadas respuestas a humanos deseos.
Cuando después, satisfechos ya, nos levantamos, hicimos
las abluciones, trajeron brillantes jofainas de oro,
jarras de plata, incrustadas las perlas por dentro y por fuera.
Era, al lavarnos, el agua, un líquido espejo del mar,
como un cristal reluciente y su mezcla de olores y aromas
una sutil transición entre el tenue alcanfor y plegaria.
Cuando al salir del palacio y tras despedirnos del rey,
nuestra mirada abarcó la magnífica vista del puerto,
entre la mar imponente y la muda y perenne alcazaba,
el corazón se salía del pecho, ansiaba gritarte:
¡Ah, al Meriyya! ¡La Cora de Oriente por mí bien amada!
  
Antonio García Vargas
(Traslación del texto en prosa «Epístola de Muhammad ibn Muslin» a hexátros dactílicos)



EPÍSTOLA DE MUHAMMAD IBN MUSLIN
(traducción del original)

Hasta que llegamos a la mansión de amplios contornos, puesta sobre ascuas, derramadora de ríos. Su aire es claridad para la tristeza, aumento de vida; su luz es curación para la tristeza, ensanchamiento para el pecho. Es como si sus aguas emanasen de los dedos de su señor, se volviesen fuentes de néctar al mezclarse,
fuesen gengibre o fuesen el manantial del río del Paraíso; crecen arrayanes de topacio y abundantes árboles de esmeralda; se viste con collares de oro de las toronjas y de las perlas y el coral del mirto. Nos inclinamos ante [el salón] de la Corona, que es un edificio en la encrucijada del palacio por el lado del mar, pulido como el cristal revestido de la aurora luminosa, encollarado con el collar del avestruz, enjoyado como una novia. Hay quien dice que es la cúpula del firmamento y hay quien dice que es el cielo con las estrellas.
Vimos en su lugar preferente a su vigoroso rey como si se manifestase entre nubes; cumplimos con la obligación del saludo y tomamos asiento para comer; nos rodearon con platos de oro y plata, con fuentes que eran como las respuestas a todo tipo de deseos. Cuando estuvimos satisfechos, nos levantamos a hacer abluciones y   nos trajeron jofainas de oro y jarras incrustadas con perlas; nos lavamos con agua que era como cristal y su mezcla como alcanfor.


No hay comentarios:

Publicar un comentario