sábado, 27 de diciembre de 2014

ALMERÍA MILENARIA

ALMERÍA MILENARIA
“He pisado una tierra donde los guijarros son perlas,
la tierra almizcle y los jardines majestades”
—Versos de Ibn Hani al-Ilbirí, siglo X—

Dicen, Alcazaba, que tu vientre ha parido hasta diez criaturas. Eres una fortaleza en construcción, destrucción y reconstrucción permanente, desde tu alumbramiento hace más de mil años. Algo me hace pensar que fueron muchos más. El tiempo dirá.
Los árabes te llamaban al-Hisana y Calaa Jairán y los almerienses te nombraban por alcazaba, en su dialecto andaluz de entonces. Su terquedad hizo que tu nombre designara todas las fortalezas. ¡Tan terca como tú, que te rendiste a la Naturaleza, no al invasor! 
Cuenta la leyenda, que en la gruta bajo el castillo de San Telmo, semioculta por el agua del mar, se protegió Ulises de las sirenas. Hay siglos que emergen con nuevas luces silenciando incógnitas de pasadas contiendas. Me ha contado un geniecillo que el mismísimo Túbal, nieto de Noé, arribó a tus playas tras un naufragio y ante tamaña belleza decidió instalar aquí el primer asentamiento humano de la península. 
En tus costas, nació la antiquísima Cultura de Almería, que se inició en el neolítico final, a través de todo el eneolítico, y hasta el principio de la Edad del Bronce. Una evolución ininterrumpida, sobre todo en el sureste de España y en el Este, sur de Cataluña y Aragón, en una parte del valle del Ebro. Tú fuiste, Almería, según las modernas fuentes arqueológicas, la antepasada de los iberos y tu influencia cultural alcanzó a los vascos y el sur de Francia. Pero… dejemos la Historia para los historiadores.
Después, según el geniecillo, que no los historiadores, fue Osiris quien te visitó cuando perseguía al tirano Gerión y cuando Hércules luchó contra los hijos de éste, fue en tus playas donde preparó la estrategia para tan singular combate, dejándonos después, como primeros reyes, a Hispalo y posteriormente a Hespero.
Hoy, varios milenios después, llegan a tus costas los hijos modernos de aquellos que te engrandecieron de nuevo en el siglo X. Vienen vestidos de miseria, buscando cobijo en el trozo de hierba que plantó su padre, sin más equipaje que recuerdos desnudos, vidrios sin brillo en tierras de hambre, hileras de caminantes entre edificios hostiles, esperando heredar la espesa lluvia.
No caben lamentos, ni prolongar los soles en la recreación de la derrota antigua. ¿Bajo qué recóndito árbol enterrarán la piel? Se rebela el aire huyendo de ellos, y queda sólo la mancha desierta, protegida y al tiempo expuesta a las tormentas por la gula del cordero insaciable.

Antonio García Vargas
(del libro «Almería milenaria»)

lunes, 22 de diciembre de 2014

RENDICIÓN DE ALMERÍA EN 1489 CONTADA POR SUS PROTAGONISTAS

Escena de la rendición de Almería, Catedral de Toledo

Como todos los años por estas fechas, la ciudad se despierta, detenida, en un bucle del tiempo.
Y en ese bucle, abierto a la mirada, los actores principales escenifican, año tras año, su drama.

Pienso que la Historia ya está escrita, que no contada, el recuerdo no la acerca ni la aleja, ni siquiera la cambia o la protege; cuanto menos la avala. Nuestra historia está grabada en muros de hormigón petrificado, con letras de fuego fatuo: ¡letra de batalla! A veces es preciso contemplarla desde la lejanía, pensarse voz vencida, esa voz que en silencio, por siempre, fue acallada; esa voz que con signos y runas permite -aunque a oscuras-, simular el habla cotidiana, conformando un lenguaje ajeno, de corte surrealista. ¡Ah, vocecilla apenas musitada! Mas… dejemos que la cuenten sus actores.


ALMERÍA, CIUDAD SITIADA, DICIEMBRE DE 1489
Duerme inquieto el horizonte cubierto de guirnaldas amarillas. La piedra cobra vida, se lamenta añorando las últimas batallas. Suena el cuerno en la distancia y la garza se dispone al sacrificio. Almería es un embudo, la sierra de Alhamilla una amalgama. Salgo del pasado reciente, rebusco en el futuro, veo un habitáculo de colores matizados, que acoge el llanto del niño gaseado mientras Auschwitz, en un futuro proclamado, se engalana cantando a perros disfrazados. La Historia es una fuente inagotable de patrañas y verdades que escribe el vencedor de las contiendas, mas… en ella, en su trasfondo, está la historia para ser leída, interpretada o, con algo de paciencia, intuida, razonada.

Ah, hoy —del 22 al 26—, me siento “cosa” inerme. Noto que sobran dos hemisferios en mi mochila muda y quisiera compartirlos con el rocío que cubre las violetas enterrando sonrisas al pie de las estatuas. En este amorfo día —que derrumba ese cosmos que conocimos hasta ahora—, construiré para vosotros suspiros y murallas con un viaducto de mármol plagado de cerezas y destilaré horizontes a la sombra del pulgar. Ubicaré el epicentro en la córnea del búho y cercenaré las sombras congregadas para evitar contagios. Penetraré en el misterio del agua cristalina viajando en el tiempo a la dimensión benigna y engendraré un bosque sin límites ni costas. Seré montaña hueca cobijando vuestro cuerpo. Quebrantaré las leyes que rigen los universos y del delicioso légamo de robustos vientres, nacerán las bases de futuros archipiélagos. Regresaré al espacio donde reposan los pies del hermano, con sólo dos o tres frases como faroles danzantes. Ah, los niños desprendidos de mi retina son de metal y sus voces perturban el sueño del unicornio. No busco conflictos ni teorías de astrónomo, resbala mi lágrima tendiendo las manos, quiero sembrar en tus rodillas tulipanes blancos y sentar a tu mesa de lamentos mi lobo amarillo. Tal vez así la claridad ablande tu cutis de piedra y renazca la obediencia en el cristal oscuro. Soy, confieso, velamen neutro cubierto de rasguños, amiga del viento, del mar y de la cuna regia. Traigo compromisos en las yemas de mis muros que claman en la penumbra del frío cósmico. Sólo pido, antes de desaparecer en el espejo de la memoria, que no tiemble la mano que acaricia el otoño y que la novena estirpe proteja sus fronteras cuando el señor de la codicia suelte sus jaurías.

DON FERNANDO
Miro de nuevo hacia atrás, soy el eterno príncipe roto, consorte imaginado, encadenada  prosa de la Historia; yo soy el rey Fernando, unificador de la tela de araña. Alejo sombras de otras vidas presentes, pasadas, futuras, desatomizo el alma, recompongo el cuerpo y programo una mano que acopla en su interior la espada portadora de palabras. Hundo el magín en el olvido y planto lilas en la frente del dinosaurio para aliviar la sed de las pateras grabadas en el ojo del patético inmigrante. ¡Carpe diem, hermanos de la triste sonrisa, perdidos en la resaca de la mirada africana! No seré yo el que os tienda la mano en el presente pero bien que me gustaría hacerlo en el pasado. Ah, el bien más preciado es la vida aunque para algunos signifique un ensayo para la tortura. Cuesta mirar la luz habiendo tanta sombra, entorpece el vuelo de la grácil golondrina, el hombre dormido cruza la lluvia… un perro ciego sacude el paraguas en busca de alimento. ¡Voto a tal!, este sol insolente me está volviendo loco. Prosigo: Asomado a los silencios castellanos dibujados con carbón, perdido entre la bruma, el destino y la vorágine, degollando círculos que llevan a las colinas, vivo la muerte del río, soy agua que se sume en el lamento. Refugiado en la ribera vuelvo a los orígenes, nazco montaña sin voz y mis pies, aferrados al cieno del pasado, hunden sus raíces en los muros del inicio buscando a su Creador en la cercana hierba que jamás vislumbro. Solo sombras besan mis labios de tierra y nadie responde en la cumbre celeste.

DOÑA ISABEL
Los seres del abismo golpean inquietos los cerrados cajones de mi cerebro. Ya soy Isabel, reina toda, sin fisuras ni altibajos. Nadie, nunca, conseguirá tener un verso mío. Jamás revelaré en palabras lo oscuro de mi sangre, mis ansias, ni mi alma. Arrancaré jirones al tiempo vivido hasta que el Señor me lleve a hermanar mi nacimiento con el de mis ancestros. No buscaré el final que me tienen reservado los dioses aunque me sé heredera de la cábala. Ni, como decía Horacio, me dedicaré a investigar los cálculos de los astrólogos babilonios intentando imitar la ansiedad de los signos. No dejaré que el tiempo me quite tiempo ni responderé al guiño malicioso de los infiernos. Daré paso a la ensoñación primaria con que se amamantó mi pecho y cantaré al alba, pero a solas. Del tumultuoso caos que latiga el inconsciente, brotará un lienzo de conquistas sin sentido, entrelazando pendones y paisajes momentáneos con axabebas moriscas y jasjas deshilachadas, producto del pánico y la barbarie de los que soy devota. Mi bitácora íntima penetrará la remota estrella buscando a Ulises en la galaxia ignota de su soñada Itaca enmohecida. Del volcán rugiente de mis guerras externas extraeré los pétalos con que construiré la fecunda espada de la fantasía individual que me es negada y recrearé un jardín con la sonrisa antigua de mis estigmas, plantando con mis dedos inviolados lirios azules, con mi boca la rosa de los vientos, cubriendo de abejas el jazmín de mi pelo ruboroso y, por último, rociaré con dulces gotas de rocío mi labio, humedeciendo el sórdido talle donde está inscripta la brutal runa de mis otrora contenidas lágrimas.

EL ZAGAL
Ah, sino adverso. Me esquivas sin que pueda llamarme a engaño. Los hados y las musas se han volatilizado. La cigüeña ya no anida en el campanario donde plantó el profeta su plegaria primera. Llega un tiempo harto proclamado, las máscaras van cayendo, una tras otra, y aflora la realidad de la montaña de arena, yacente en el regazo de la mujer lapidada. El sol declina en vertical sobre el horizonte ajado y una lágrima de plomo derrite la escarcha golpeando las rocas de los acantilados. Queriendo escapar del inapelable destino, las cigarras acallan su canto nocturno y el silencio penetra en el laberinto del sueño. Seguimos dando bocados al sentido originario del verbo. Hoy, para salvar lo poco que resta de mi orgullo, rendiré mi alcazaba, mi honor, mi gloria y mi fama. Triste final me aguarda. Mejor, rescataré mi sueño: sí, me despierto en las fauces de un mundo de amapolas, donde el centauro ama dulces sirenas de pechos salados emergiendo de un bucle del tiempo pasado, entre grillos, saltamontes y canarios. Hay innumerables caricias, susurradas por árboles danzantes, que cantan a la imagen del lago de porcelana, gotas de agua persiguiendo al vidrio tibio en un estanque donde el tiempo acaba y recomienza, allá donde pernoctan los peces color armadura; mutantes que imitan lo procaz del aluminio. Ah, temo aproximarse a la orilla del libro de mis siempres y encontrarlo vacío, vilmente apuñalado por efímeros violines de abecedario.

YAHYA AL NAYAR
Soy el del manto regio, el almeriense andante. Yo soy Cidi al Nayar, infante de Almería, traidor para los míos, un héroe para el godo; un hombre que se busca tras un vórtice inconcreto sin terminar de hallarse. Ah, hoy cabalgué con un relámpago enmascarado, incorporando magia a mis requiebros. Mas no puedo contenerme, he descubierto la epidermis del oráculo junto a un viejo rapsoda que templaba su lira peinando la brisa del mar tenebroso. He orado como los griegos, erguido, he sido columna colosal que alcanza el firmamento, he borrado los ángulos, serenado la mirada y mi ensueño poético ha superado a la bestia; soy juglar de la propia inconsistencia que me ata y libera. Ya me sé destino y por tanto la muerte no aporta nada nuevo a mi pupila. Donde yo habito no hay negra tiniebla, ni blancas palomas, he echado los cerrojos de mi celda y si llega mi fin es porque ya no estoy atado a la ilusión de la vida pasajera. La muerte nada tiene que ver con los vivos ni con los muertos; en la terca metáfora del Destino del hombre, la figura recreada es él mismo. Carpe diem, me digo, el destino del hombre es vivir, la verdad es imaginaria, la imaginación verdadera, la alegría de vivir quita espacio a la destrucción socavando los templos de la intolerancia y marcando el sendero que reposa en el átomo que lleva a la cima en que atrapo a los vientos. ¡Carpe diem! —si te dejan.

GENTES DE ALMERÍA
Me refugio en las murallas de la asediada Almería y me hago centenario andalusí que implora; ya soy el miedo y la prudencia, el fragor de la lava que el volcán pasional me arroja, soy el vate de una tierra castigada que fue reina, que fue esclava y que, presiento, será ultrajada hasta los cimientos, sea por el peso de las armas, sea por razones inconfesables que a nuestra razón escapa. Miro las ácidas paredes encaladas, penetro su morada convirtiéndome en espejo que denuncia carencias y mariposas. Brilla el sol pero el frío sacude las baldosas invocando demonios y plegarias convalecientes, ¿persiguiendo —quizás— herejes a la luz de la luna? Veo cómo se desploma el halcón herido por la fábula, agitando sus alas, defendiéndose del tránsito cotidiano. Brota en su frente la sangre de la ofensa y el maltrecho cuerpo se diluye entre arenales, quedando un anillo de dorado reflejo flotando en los ladrillos del recuerdo. Llegará ¿llegará?, el día en que los buques copulen en el ancho delta del gran río y una vez discutidos, flagelados los efluvios, lamenten la oscuridad del viejo epistolario.

Hurgando en el presente presiento que ha llegado el crudo invierno. Encopetados gentilhombres discuten las medidas del acuerdo, muchos maravedíes ruedan de mano en mano, prebendas y ducados a mansalva, pueblos rindiendo sus plazas al paso de los reyes, ¿un mundo que se acaba? El Zagal por un lado, Isabel y Fernando por otro; el menú principal está en Granada, lo saben, todos, unos y otros están al tanto; un festín ya cocinado, listo para ser servido en apenas unas jornadas. Lo de menos es el pueblo, ni siquiera la tropa, los heridos, los muertos, el cansancio acumulado. La ciudad es una mancha blanca y parda, su importancia secundaria. Es política de altura donde el menesteroso nada cuenta, es comparsa, figura inacabada, presencia insoslayable mas inerme, convidado de piedra en la paz; figura de relieve y de fácil reemplazo en la guerra, en la batalla. ¿Es esta, señores, la gran tragicomedia de la vida? Pues… ¡Que siga, que no pare, que prosiga el espectáculo!

Se desvanece el efecto del maquillaje en la ciénaga, el aire se pierde en dirección al  desierto buscando la nieve que desprenden las alcobas. Un mirlo gorjea las sílabas de tu nombre picoteando la cabeza de vidrio de la dormida botella. La tarántula ensaya su ebria sonrisa macabra, constelando sin prisas el cambio climático y allá en lontananza un país enfermo agasaja a fantasmas ofrendando su savia; bestias condenadas a vagar hasta el alba en berbería, manipulados genes non gratos ocultos en el arca perdida, plantando pezuñas en la transparente tumba de los elefantes. ¿Está llegando el momento en que debemos utilizar la mecánica del amor para salvar sus símbolos? A veces noto que el verso se rebela, tiembla, gime, rehúsa hacerse prosa, escapa al zodíaco refugiándose al calor del seno de una zagala, allí ablanda el dolor en la carne transpirada, prefiere vivir encadenado al círculo doméstico recogiendo el latido de una primavera sin murallas, semiescondida en los tibios muslos de la inocencia aparente. Es la hora de ahuyentar a las termitas de plástico disfrazadas de tragaperras sónicas, de las torpes garras de una futura VI Flota. ¿Confiamos en la Providencia? Del estiércol brotan la azucena y la madreselva, un par de milenios más y gozaremos en la rueda luminosa.

Creo ver en el fondo de unos ojos y escucho ramas procedentes de bosques lejanos, ¿es el instante en que los niños silencian los hielos maternos? Un mar agitado escribe leyendas en la sangre y abruma a las aves con humaredas de estrellas. El chapoteo incesante de vientres desnudos ahoga los ecos pedestres, perforando los tímpanos secos de faunos agonizantes. El bramido apátrida sacude las telas metálicas enfrentando hermanos en un jardín de leones, sin más fundamento que un tenue escorzo de magnesio bruñido con odios circulares danzando en torno a la evanescente noria, allá en la alcazaba. Ah, tierra mía, pintaré para ti un cielo bañado de espejos, con tintes sutiles y pinceles de aire salino para no empañar tu piel de manzana. Modelaré este heredado fuego interno, de bucles imaginativos, a la sombra de un Cosmos constelado. Ojearé recuerdos vidriosos de cada fragmento de tiempo, enmarcando la luna con metáforas absortas, rozando el bacanal de lo superfluo. Musicalizaré, en susurros, los cándidos amores inventados, cincelando en el verso mil jarchas y moaxajas. Después, levitaré por la senda luminosa de la paradoja, allá donde jamás se agota el campo de lo posible, luchando contra el flagelo para encontrar al otro, al semejante, a ti, a mí; al Todo. Ay, amada, al fin, ¿será ya tarde?, he comprendido que todos los nombres de ayer, de hoy, de siempre, incluso el de esta fábula llamada Reconquista… ¡se llaman Esperanza!

Antonio García Vargas

viernes, 19 de diciembre de 2014

EL PALACIO DE ALMERÍA

EL PALACIO DE ALMERÍA
—Recreación en hexámetros de la Epístola de Muhammad Ibn Muslin—

Aprovechando la celebración del Milenio del Reino de Almería, rescato esta bella alegoría sobre nuestra ciudad. Data del siglo XI. Desde que la leí, hace años, supe que algún día, con tiempo,  pasaría a hexámetros dactílicos puros la entrañable epístola, escrita en prosa arrebatada, que Muhammad ibn Muslin, secretario en aquellas fechas del rey Alī ibn Muyahid, escribiera al rey de Mallorca cuando el rey de Denia ya había sido destronado, contándole un viaje que realizara el secretario por las Cortes de Almería, Granada y Sevilla, con una misión del rey Alí.
En el poema, reflejo solo la parte correspondiente a la impresión que le produjo a Muhammad su estancia en Almería magnificando la amigable acogida. Al final, expongo su epístola tal y cómo fue originalmente escrita y traducida.


MUHAMMAD IBN MUSLIN EN EL PALACIO DE ALMERÍA
Quiero contar lo que fue mi primera visita a al Mariyya,
dar mi impresión y sorpresa, cantar aquel magno espectáculo
para solaz de quien quiera leerlo y gozar de su encanto.
Tras travesía tan larga y harto azarosa llegamos.
Vimos su puerto de piedra y arena, sus montes y casas
entre el graznido del ave marina y olores de algas.
Era, de lejos, la joya que engarza el final de mi viaje
cual recompensa visual, recogida su arcilla, desnuda,
sobre la falda del monte, rendida y hermosa hurí
bajo la atenta mirada de su colosal alcazaba.
Era su sol deslumbrante, guardián que la vista quemara,
mas en sus brisas suaves notaba el calor del abrazo.
Luego llegamos andando a una preciosa mansión
de amplios contornos. Diríase al verla que estaba plantada
sobre las ascuas de ríos inmensos, allá derramada
entre los bosques de verdes palmeras que alegres crecían
junto a frutales y sobre las tierras que el delta del río
con el transcurso del tiempo, amoroso, había creado.
Bálsamo eran sus aires, su olor alejaba tristezas,
la sensación de placer aumentaba el deseo de vida.
Su singular claridad ensanchaba el tamaño del pecho
con su alojado latir, provocando emociones diversas
y entre los gráciles dedos de alguna deidad encantada
chorros de agua brotaban cual fuentes de néctar mezclándose,
fuesen jengibre o quizá manantial de aquel río edénico.
Vi arrayanes de verde topacio creciendo entre piedras,
árboles pura esmeralda, collares de oro en toronjas
y entre corales de mirtos fulgían mil perlas diversas.
En el palacio, ya dentro del magno Salón de los Reyes,
—gran edificio, pulidos cristales, ornado cual novia,
encrucijada del regio palacio, del lado del mar,
con el collar de avestruz, revestido de auroras, lumínico—,
nos inclinamos. Refieren algunos que dentro,  en su cúpula,
hay un firmamento, un cielo plagado de soles y estrellas.
Vimos, sentado, esperando en lugar preferente, al rey,
como flotando entre nubes, jinete en su atril, vigoroso.
Todos cumplimos con la obligación del respeto y saludo,
luego tomamos asiento en la mesa, dispuesto el almuerzo.
Nos rodearon con platos de oro y de plata, con fuentes
enriquecidas con vivos colores y bordes dorados
que parecían soñadas respuestas a humanos deseos.
Cuando después, satisfechos ya, nos levantamos, hicimos
las abluciones, trajeron brillantes jofainas de oro,
jarras de plata, incrustadas las perlas por dentro y por fuera.
Era, al lavarnos, el agua, un líquido espejo del mar,
como un cristal reluciente y su mezcla de olores y aromas
una sutil transición entre el tenue alcanfor y plegaria.
Cuando al salir del palacio y tras despedirnos del rey,
nuestra mirada abarcó la magnífica vista del puerto,
entre la mar imponente y la muda y perenne alcazaba,
el corazón se salía del pecho, ansiaba gritarte:
¡Ah, al Meriyya! ¡La Cora de Oriente por mí bien amada!
  
Antonio García Vargas
(Traslación del texto en prosa «Epístola de Muhammad ibn Muslin» a hexátros dactílicos)



EPÍSTOLA DE MUHAMMAD IBN MUSLIN
(traducción del original)

Hasta que llegamos a la mansión de amplios contornos, puesta sobre ascuas, derramadora de ríos. Su aire es claridad para la tristeza, aumento de vida; su luz es curación para la tristeza, ensanchamiento para el pecho. Es como si sus aguas emanasen de los dedos de su señor, se volviesen fuentes de néctar al mezclarse,
fuesen gengibre o fuesen el manantial del río del Paraíso; crecen arrayanes de topacio y abundantes árboles de esmeralda; se viste con collares de oro de las toronjas y de las perlas y el coral del mirto. Nos inclinamos ante [el salón] de la Corona, que es un edificio en la encrucijada del palacio por el lado del mar, pulido como el cristal revestido de la aurora luminosa, encollarado con el collar del avestruz, enjoyado como una novia. Hay quien dice que es la cúpula del firmamento y hay quien dice que es el cielo con las estrellas.
Vimos en su lugar preferente a su vigoroso rey como si se manifestase entre nubes; cumplimos con la obligación del saludo y tomamos asiento para comer; nos rodearon con platos de oro y plata, con fuentes que eran como las respuestas a todo tipo de deseos. Cuando estuvimos satisfechos, nos levantamos a hacer abluciones y   nos trajeron jofainas de oro y jarras incrustadas con perlas; nos lavamos con agua que era como cristal y su mezcla como alcanfor.


lunes, 9 de junio de 2014

ALMERÍA, MI CIUDAD (fragmento)

VII
Pisar guijarros de tus playas en noches de amor y luna,
calman penas causadas por el ardor de las llagas

Necesito recorrer tu cuerpo entero, ciudad mía, internarme
en el eclipse que proyecta sobre ti sombras de eternidad,
restar tristezas de tu semblante, recuerdos de otros tiempos
—hermanos contra hermanos, sin cara, sin rostro...— 
en que fuiste hija de la más terrible ira de las ciegas nieblas
de la historia, batallando en silencio, con penas
y espartos, contra el invencible ejército
del intransigente poder oscuro.
¡Ah, aquel siglo esplendoroso de la Almería pujante!
Eras entonces capital y señora de un reino de taifas,
paz, prosperidad y respeto, en un tiempo de batallas,
de internas discrepancias por el poder del trozo de tierra;
peregrinaje continuo de nuevos adoradores de tu gracia,
creciste desmesuradamente, tanto que hubo que amurallarte.
Jairán cercó tu borde oriental, el arrabal de la Musalla
y Zuhayr el arrabal occidental de Hawd y pasaste a ser,
tras Córdoba y Toledo, la ciudad musulmana más poblada
y tu alcazaba, la más esplendorosa joya de tu corona;
tu hija predilecta.

Fragmento del poema «Almería, mi ciudad» del libro «ALMERÍA MILENARIA»
Antonio García Vargas

miércoles, 4 de junio de 2014

EL BARRIO DE LA CHANCA

Acuarela de Julio Visconti

EL BARRIO DE LA CHANCA

La Chanca es un retrato surrealista,
un pictórico entorno que evoca las gargantas romaníes
pinceladas en piedra.
Su tosco caserío —reminiscencia mora—
pareciera la casa de muñecas de algún lejano cuento 
de las mil y una noches.
El barrio es una perla parida de la entraña
de alguna antigua almeja portuaria
de su Pescadería.

De noche —¡ah, las noches de Almería!—,
cuando tañen las mozas
sus cinturas de alpiste y mermelada,
el aire se hace música, lamento de axabeba,
los vientres se acompasan al ritmo de bandurrias
y la voz es un eco cincelado,
mixtura romaní que en la garganta
de antiguos cantaores entrecorta el quejío
mientras la luna estalla.

Sobre arenas doradas y montes capuchinos
gime el Cerrillo el’hambre
con sus voces de tierra y bulería
entonando coplillas y fandangos
que alegran las membranas del gran puerto
pesquero de Almería.

Muy cerca, a su vera, recostada en su origen milenario,
se yergue entre callejas la Almedina
y en lo alto, la alcazaba muta en joya...
¡Pareciera una diosa que emergiera
de su excelsa bahía!

Antonio García Vargas

domingo, 1 de junio de 2014

DESDE LA ALCAZABA, AYER (Almería milenaria-fragmento 1)

DESDE LA ALCAZABA, AYER
 Fragmento 1
«Patri mea totus hic mundus est»
(Mi patria es todo este mundo)

Copiosas las manos, impreciso el mohín, ajeno el labio, pensárase que el tiempo es mera farsa. Irrespirable el polen nacarado, tu ansia, monótono escenario es la sintaxis, simultánea la sangre, asedio, mácula. Cosmogónico el mar incautado, repentina el agua, asintónico el vientre, desnivelado el labio que estremecido implora. Sirena desquiciada abierta hasta las branquias esperando al Ulises caducado, ocurrencial desliz, reproducción en sepia de un retazo de nada. Hay en la tarde un pálpito de magma efervescente, caligráfico vuelo, avecilla mutada, verbigracia. La ruindad de la noche busca en vano ser poseída, trinitarias parlantes son las lenguas que escalan las murallas entreabiertas troquelándolas.
Implosiona el tejido de la realidad, dañando la suma de los cuadrados invisibles del alma. Observo la huella expansiva en la superficie del agua, hipnotizando el instante en que sumerjo tu cuerpo en el verbo virgen del primer hechizo. ¡Ah, aquella Santa Cruzada que pervirtiendo el aire sembró pánicos en la al-Meriyya pasada! Bajo velos, azules y sombras, entre aves, cantos y nardos aguarda el animal de la espesura. Frío como una pared sin sangre, urgido de la sed, imitando la perfecta comunión de los gatos. La melancolía nos empuja a buscar el centro donde florece la hortensia mientras la rota esfera de Pomodoro simboliza los horrores de las guerras. ¿Dibujamos imaginativamente hasta encontrar la lógica de los magmas? Nuestras manos no hicieron lo suficiente cuando llegaron las primeras lluvias, ni regamos la tierra heredada con nuestras lágrimas, ni aramos los campos, ni adoramos la nube que se posó sobre el río redondo escopetando voces. ¿Es posible que la bestia que busco se esconda entre cántaras y cuerpos amados? ¿Soy acaso el infiel que debía ser a toda costa expulsado? ¿Debo tomarte por la punta de las alas y lavarte, lavarme, lavarnos, en el espejo de los nombres? Lo que me rebela no procede del mar antiguo, ni forma parte de la jarcha encantada con que finalizaba la divina moaxaja, sino de esta daga que me ata a tu arena, mientras olas escarlata susurran versos sembrados en el vacío de otros corazones.

Antonio García Vargas
(del libro «Almería milenaria»)

domingo, 30 de marzo de 2014

DESDE LA ALCAZABA, HOY (2ª PARTE)

Foto de agv. Vista parcial desde las murallas de la Alcazaba de Almería

DESDE LA ALCAZABA, HOY (2ª PARTE)

Ah, si tuviera alas. Si yo tuviera alas sin dudar sería aedo para cantar tu historia peregrina; o poeta, sí, pues todo se hace nuevo a los ojos del poeta. Dice: ¡Tierra!, y los átomos se agitan, se incorporan,  transforman lienzo y lápiz dibujando montañas o el rubor de la rosa. Y aparecen nenúfares de plata en el fértil estanque de la idea, las aguas se remueven en su lecho, se engalanan; son gnomos y azucenas, sus bocas diminutas muerden roca, liberan viejos versos encantados que riegan las laderas de la vida y bajan rumorosas, cantarinas, a su encuentro ancestral con sus ríos.
Si yo tuviera alas habitaríamos cuerpos en la masa que cubre el alma, modelando diagramas en movimiento sobre el remanso estanco, intercalando el eje diagonal del deseo con la suave curva de atarazana. Pensaría la forma esférica del triste alegre canto del jilguero, la línea de tus ojos en el horizonte, ese tacto sutil con que el deseo roza tu seno de muralla, el incipiente beso blanco que núbil picotea tu labio y se acerca, se adentra, haciéndose oleaje se acopla y es neutrino que se nutre del iris de tus costas, desde dentro, asido al lado oscuro de tu eterna primavera.
Si yo tuviera alas te diría un ¡te amo, al-Mariyya! Y se haría liviano el aire cual cortejo de luciérnagas silvestres adorando la flor inmaculada. Dibujaría una puerta de lluvia para que el ojo inquieto penetrara esa huella del llanto tras el fino y delicado encaje en la pestaña. Hacia la medianoche abriríamos la mágica cajita de madera donde en secreto habitan nuestras caras verdaderas. Y entonces, del profundo abismo de la sangre nacería la perfecta sincronía de algún primer poema suspirado, sutil y transparente como el arco de tu entrada portuaria.
Si yo tuviera alas volaría a lo más alto del mundo de la idea y pondría junto a la vieja Andrómeda tu dulce pubis de abeja para dulcificar la órbita de estrellas alocadas. En la materia oscura sembraría alegres cuentos cantos versos, con tildes caramelo y rimas esmaltadas. Plantaría en un cuásar un árbol sin memoria, con hojas color malva, zarcillos de hojalata y una rosa morada. Y al comenzar la noche, enlazadas las almas, bordaríamos un tango espacial, un soneto anudado, un pequeño black holle o una fuga de Bach .
Ah, si yo tuviera alas. La boca estremecida aguardaba; todo labio habitaba en el temblor del labio. Luego murió la noche, se hizo el día y nació la primera mañana junto a la rosa abierta a flor de labio. Si yo tuviera alas me desgarraría sin prisas. Lentamente abriría mi vientre plano. Me desvelaría en un cono reflejo y sería riachuelo que fluye abandonando el yo aparente. Me miraría en el trasluz de aquel viejo madero angostado al sol. Circunyacente, mi desollada piel alfombraría el suelo. Y sería de nuevo yo tú él; tímida sombra permanente del ser que me habitó circunferente.
Si tuviera alas te tomaría, ciudad mía, alzaríamos el vuelo hasta lo ignoto, allá donde los cuerpos se evaporan poseídos por su karma. Y romperíamos diques  des-hojando el instinto primario, de pie, sobre la nube danzarina, atizando el ascua instinto llama hasta caer rendidos los humores. Y seríamos magma sudor tierra fornicando los suelos; dos cuervos que se abaten, malolientes, magullados. Dos siluetas quemadas por la furia y la rutina, que en lo efímero se hacen brisa arcano magia.
Si yo tuviera alas subiría a tu espacio prohibido y sumido en lo eterno del beso, sin pronunciar palabra, te diría: Ah, mi amor, huele tu cuerpo a carne doblegada y es mi cuerpo universo  que se expande. ¡Qué pequeño es el mundo! Se contiene apenas en el ojo que mira cual la magia del beso adolescente. Es el mundo una sombra discreta que te ampara cuando la mano es presa en otra mano y no se astilla hasta alcanzar ilesos el misterio de la vida.
Si yo tuviera alas, ¡ay!, me atrevería a gritar: ¡Yo soy el testimonio de que la tierra gira!, te caminé debajo y conocí tu encima, soy desierto secreto, arena que dialoga, estancia interrumpida, saber que no se sabe de la materia magma, soy omega, soy alfa, soy el núcleo que exhala rugidos más allá del postrer manifiesto que mi palabra calla.
Si yo tuviera alas jamás regresaría al adiós. Detendría el momento aquél en que te dije: ¡no te amo, amada!, ¿recuerdas? , justo aquél momento, solo aquel. Lo noté, hubo un pequeño párpado que tiembla, un destello acuoso en el mirar, la voz que dolorida se hace vana, un corazón parado en un no más. Mas sólo nos dijimos hasta luego, nuestros cuerpos giraron cual reloj tomando direcciones contrapuestas en un cobarde viaje hacia el adiós. Mas… no no, amor, no. ¡Jamás regresaría! ¡No!

agv
del libro «Almería milenaria»


miércoles, 26 de marzo de 2014

DESDE LA ALCAZABA, HOY

DESDE LA ALCAZABA, HOY
 —Inicio del libro «Almería milenaria»—

En las doce primeras páginas, la propia Alcazaba expresa su sentir desde tres ángulos o momentos vitales:
1- «Desde la alcazaba, hoy», 
2- «Desde la alcazaba, ayer» 
3- «Desde la alcazaba, siempre»
.
Este es un fragmento del primero de ellos:

A veces, ciudad mía, veo en tus ojos una mirada antigua, desnuda. Otras, veo la pared tras la que te proteges.
A veces, sí, el instante se detiene, se agita, se estremece, entonces brota un tiempo pasado, cual bucle que te acecha. La luz de ayer te enfoca de nuevo, te busca en el inicio de las eras, te centra, te sitúa, indaga en lo recóndito, extrae, conjetura, descifra enigmas, rompe el viejo sello, te penetra por puertas entreabiertas jamás del todo cerradas, te insta, estimula, y te exige, tomar la temblorosa mano yerta que otrora hizo temblar tu mano.
Sientes que el pecho se abre, que el seco dedo frío del espectro apunta hasta tu centro adormecido. Y luchas, te rebelas, te proteges, te enrocas y rechazas la mirada que hurga en tu mirada, buscando en el ayer de tu memoria el miedo amurallado de tus ansias.
Ah, me pienso arena tibia del desierto. Fui, fuimos, hermosa fotografía del momento, rendida al paso del tiempo y a los elementos.
Mi ojo, sincronizado con la magia del instante, grabó en ágavas la imagen del amor, preservándola de perros y desvencijados peldaños de sal gorda.
Tú no lo sabías entonces. Creíste en un éxtasis eterno alejado de la verdad del hexagrama mas todo evoluciona, incluso lo aparentemente inerte. No existe el azar sino como consecuencia de algo.
Intuimos el lamento de la gota pero sólo oímos el grito, fragor, estruendo, de la inmensa ola. Los actos hermosos o simplemente rutinarios, igual que la palabra, mal usados, pueden modificar, incluso quebrar, aquello que tocan o nombran.
El mundo que vemos instante a instante, es como un mínimo haiku que apenas recoge un lapso de realidad única y esplendente que nunca más será reproducido.
Nada ocurre porque si, ciudad querida, en la voluble noria de la vida. A veces… ni siquiera ocurre.

agv

miércoles, 19 de febrero de 2014

REINOS DE TAIFAS, RAZONES DE SU DERRUMBAMIENTO

REINOS DE TAIFAS
Razones de su derrumbamiento

  En la España musulmana se habla de "particularismo" local y racial; de las dificultades de una geografía montañosa que aislaba y favorecía que cada región tendiese a ser una unidad independiente. Los gobernantes locales ejercían el poder efectivo y sólo en las épocas en que el poder central fue realmente fuerte, se pudo mantener a raya a los gobernadores locales que, como se ha visto, estaban casi perennemente sublevados. También la variedad de razas fomentó los problemas, en especial, a partir del siglo X. En este siglo llegaron, en gran número, esclavos del norte y este de Europa, eran los llamados eslavos, comprados, la mayor parte, como soldados pero que alcanzaron grandes cotas de poder y de influencia. Además, Almanzor, para afianzar su ascenso al poder, trajo de África a contingentes beréberes, que tenían poco que ver con los asentados, desde hacía muchos años, en territorio hispano.
 

  Hay quien apunta que el carácter de las gentes musulmanas españolas había cambiado. Abd al-Rahman III había aumentado mucho la riqueza de al-Andalus en general, y es posible que la mayor parte de la población hubiese adoptado un sentido de vida hedonista, materialista, alejado de la idea del sacrificio que suponía mantener la unidad, y alejado del espíritu combativo y guerrero que les permitió hacerse con toda la Península.

  Estos y tal vez otros muchos factores pudieron ser la causa del desmembramiento del califato, de la unidad de al-Andalus, pero lo cierto es que, a partir de 1031, perdido el control de la situación por el gobierno central, los jefes locales y otros dirigentes, se vieron, casi en la obligación de hacerse cargo del poder. En las Marcas la desintegración fue menor, puesto que sus jefes militares tenían un considerable poder. Las Tres Marcas: inferior, media y superior, se mantuvieron como unidades políticas, y sus respectivas capitales continuaron siendo, Badajoz, Toledo y Zaragoza. Pero en el resto de al-Andalus, la situación era totalmente distinta. 

  En la primera mitad del siglo XI se crearon treinta pequeñas unidades políticas independientes, algunas de las cuales lo fueron por poco tiempo. Habían nacido los reinos de taifas, que vivieron sumidos en las intrigas, interiores y exteriores, así como en luchas entre ellos por alcanzar cierta hegemonía, cuando no se enzarzaban entre los miembros de la propia familia gobernante, donde nadie se fiaba de nadie y donde el poder seguía siendo un bien codiciado.
   

  La palabra árabe TAIFA, designa la facción, la bandería o el grupo. En este caso estas "banderías" eran los tres grandes grupos étnicos: los beréberes, los eslavos y los andalusíes. En estos últimos se englobaban todos los musulmanes, fuesen árabes o conversos muladíes españoles. En cada región, una de estas taifas solía ser la predominante, y atendía más a su provecho personal que al interés del pueblo gobernado, con lo que la falta de unidad afectaba, también, a estos reinos.
   

  Los beréberes controlaban la costa desde el Guadalquivir hasta Granada. Los hummudíes, que habían gobernado en Córdoba, antes de la caída del califato, fue su dinastía más importante y reinó sobre Málaga y Algeciras hasta mediados de siglo. La dinastía Ziri en Granada, se hizo con Málaga y la incorporó a sus dominios. Las pequeñas ciudades comprendidas entre Algeciras y el Guadalquivir quedaron sometidas a Sevilla, también Algeciras. Los eslavos no crearon dinastías, se dirigieron hacia el este, llegando a conquistar el poder en ciudades tales como Almería, Valencia y Tortosa. 
Córdoba, tras la abolición del califato, fue gobernada por Abu-l-Hazm ben Chahwar, su hijo y su nieto, hasta que pasó a depender de Sevilla, tras un breve periodo en el que perteneció a Toledo.

   La desintegración de al-Andalus ofreció a los cristianos del Norte, la gran oportunidad que estaban esperando. De vasallos y tributarios pasaron a ser ellos los que impusieron sus condiciones. Casi todos los reinos de taifas tuvieron que tributar a los reyes cristianos, empezando por las Marcas. Alfonso VI de León y Castilla, logrará imponer un tributo, bastante considerable, a la más fuerte de las taifas, Sevilla, y a la más débil de las Marcas, Toledo, que se rindió ante Alfonso en 1085. Fue un hito importante en la Reconquista y la revoltosa ciudad ya no volvió a manos musulmanas.


   A lo largo del siglo XI comenzó a hacerse cada vez más claro que los dominios rurales de la aristocracia cristiana eran capaces de proveer de mejores guerreros que los ejércitos que podían pagar las abundantes rentas y tributos que controlaba la aristocracia urbana andalusí. Un poeta que narraba un desastre militar sufrido en las inmediaciones de Valencia ponía el dedo en la llaga al señalar que los cristianos "se habían puesto las cotas de malla de hierro, mientras que vosotros vestíais túnicas de seda a cual más bella".

  Conscientes de su carencia militar, los reyes de taifas recurrieron a un expediente eficaz: compraron con dinero la paz con los señores del norte. Las cifras de estos pagos, conocidas como parias, hablan por sí solas: hasta mil o dos mil monedas de oro (dinares) mensuales eran pagadas por algunos reyes no sólo para evitar las expediciones de saqueo, sino también para contar con la protección de los ejércitos cristianos contra los mil y un enemigos que acechaban a cada monarca. 

  
  Este hecho pronto se convirtió en piedra de escándalo. Algunos devotos alfaquíes musulmanes, los doctores de la ley, acusaban a los reyes de taifas de amasar riquezas en beneficio propio y de sus amigos infieles imponiendo a la población tributos ilegales, contrarios a la ley islámica. En tiempos de la dinastía de los Omeyas, todo el mundo sabía por qué gobernaban los califas: eran los representantes de Dios sobre la tierra, pertenecían a la estirpe de Quraysh —la misma que había alumbrado al Profeta—- y estaban encargados de hacer respetar un legado y una tradición que constituían la esencia del credo religioso de la comunidad musulmana... pero llegado a este punto el pueblo se preguntaba en qué calidad gobernaban los reyes de taifas.

REINO DE AL-MARIYYA

REINO DE AL-MARIYYA
Somos lo que hacemos y esa será nuestra huella en la Historia. No dejes, hijo mío, que tus hijos ni los hijos de tus hijos, olviden nunca que hubo un momento de esplendor extraordinario en el que Almería fue un gran reino que abarcaba desde la Andalucía oriental hasta Valencia y de esta, pasando por Toledo, hasta la gran Córdoba del Califato. Y no se consiguió solo mediante el uso de las armas sino —y sobre todo—, a través de un conciliador abrazo eminentemente cultural.
El paisaje almeriensí, engrandecido en la batalla su horizonte de sucesos, se retrajo después cual corazón que busca su reflujo primigenio, girando hacia sí en una marcha atrás que la llevaba a sus esencias, a su núcleo montañoso de lagartos y de esparto compensando las solanas al abrigo de sus playas, depurando contenidos y alumbrando con mil luces a los mundos del entonces, transformándose en poesía de manos de Almotacín y llegando con sus versos a humanizar un Medievo balbuceante, perdido en una oscuridad barbarizada carente de palabras. Y entonces, oh prodigio: fue nombrada la alMariyya rutilante, bella hurí desmelenada de cintura cadenciosa que orgullosa paseaba su Diwan de mil poetas y que al mundo enamoraba con sus sedas, su comercio y su decir en la más bella poesía que el oído conociera, cual orfebre metafórico de un Parnaso almeriensí de factura singular que brotara de la magia de un versal espacio-tiempo plagado de moaxajas saltarinas y de jarchas.
No dejes, hijo mío, que tus hijos ni los hijos de tus hijos, olviden que hubo un tiempo en que Almería, cual gusano que abandona su capullo mutado en mariposa, alzó su vuelo entrando en la alMariyya andalusí de un ensueño milenario. ¡No dejes que lo olviden, hijo mío! ¡Nunca!

Antonio García Vargas

domingo, 16 de febrero de 2014

TAIFA O REINO DE ALMERÍA

TAIFA DE ALMERÍA



Fue un reino independiente musulmán que surgió en al-Ándalus en 1012, a raíz de la desintegración que el Califato de Córdoba venía sufriendo desde 1008, y que desapareció en 1091 cuando fue conquistada por los almorávides, perteneciendo cronológicamente a los primeros reinos de taifas.                                          



(No termino de entender qué criterios se aplican aunque los imagino, para determinar la fecha de julio de 1014 como inicio del reino de Almería. Los distintos reinos de al-Ándalus se iniciaron como taifas, todos ellos, con declaración formal de reinos o sin ella. Si la taifa de Almería, iniciada en 1012 por el también eslavo Aftah, que se declaró independiente tras la caída de Córdoba,  es cronológicamente anterior a la de Granada —entonces la Cora de Elvira—, que se inició en 1013 como taifa de Garnata, ¿por qué se oculta, solapa o menosprecia tanto este importante dato histórico, así como la figura de Aftah, en nuestra historia local?)

REINADO DE LOS SQLABI

El origen de la taifa de Almería se debe al eslavo Aftah, quien se impuso al bereber Ibn Rawis en el control de Al-Mariyya, la actual ciudad de Almería. A Aftah le sucedió en el trono Jayrán quien consolidó el reino taifa, durante su reinado la ciudad de Almería experimentó un gran desarrollo y desbordó el perímetro fortificado, motivo por el cual Jayrán amplió sucesivamente sus murallas defensivas. La explosión demográfica se debió al desarrollo económico basado en dos productos fundamentales: el mármol de las minas de Macael y los tejidos de lujo de seda, oro y plata, que se exportaban por todo el Mediterráneo.



Bajo el reinado del sucesor de Jayrán, Zuhaír, la taifa almeriense se extendió abarcando Murcia, Jaén, zonas de Granada y Toledo e incluso la antigua capital del califato, Córdoba, aunque pronto empezaría la decadencia y la pérdida de territorios que culminaría con el siguiente reinado. Zuhaír amplió la mezquita de la ciudad e intervino en la muralla del arrabal de la Musalla. En esta época, Almería se consolidó como ciudad, y se desarrollaron dos arrabales más, el al-Musallà (Oratorio), al este, y el menor al-Hawd (Aljibe), al oeste.


REINADO DE LOS BANU SUMADIH

En 1038, bajo el reinado de Abú Bark al-Ramini la taifa de Almería fue conquistada por Abd’al-Malik ibn Abd’al Aziz, rey de la taifa de Valencia y nieto de Almanzor, quien nombró gobernador a Ma’n ben Muhammad, que se independizó en 1044 inaugurando un nuevo período taifa bajo el gobierno de la dinastía de los Banu Sumadih, que conoció la época de mayor esplendor económico y cultural de la taifa bajo el gobierno de Abu Yahya Muhammad al-Mutasim, también conocido como Almotacín, el rey poeta, quien llegó a formar en Almería uno de los núcleos culturales más importantes de al-Ándalus, atrayendo a poetas a los que asignaba pensiones en plata.

En 1085, Alfonso VI tomó Toledo. Los reyes taifas de Sevilla, Granada y Badajoz solicitaron el auxilio de los almorávides quienes entraron en la península Ibérica a través de Algeciras en 1086, derrotando al rey castellano-leonés en la batalla de Zalaca, tras lo cual, viendo la debilidad de los reinos taifas por las continuas disputas entre ellos, se enfrentaron a ellas, siendo conquistada la de Almería en 1091, pocos meses después del fallecimiento de su último rey taifa, Ahmad Mu’izz al-Dawla.


* Gran parte de los datos históricos se irán recogiendo de diversas fuentes bibliográficas impresas y/o digitales y siempre respetando los derechos pertinentes si los hubiere. Si por desconocimiento se incurre en falta, ruego se comunique a esta administración.