lunes, 9 de junio de 2014

ALMERÍA, MI CIUDAD (fragmento)

VII
Pisar guijarros de tus playas en noches de amor y luna,
calman penas causadas por el ardor de las llagas

Necesito recorrer tu cuerpo entero, ciudad mía, internarme
en el eclipse que proyecta sobre ti sombras de eternidad,
restar tristezas de tu semblante, recuerdos de otros tiempos
—hermanos contra hermanos, sin cara, sin rostro...— 
en que fuiste hija de la más terrible ira de las ciegas nieblas
de la historia, batallando en silencio, con penas
y espartos, contra el invencible ejército
del intransigente poder oscuro.
¡Ah, aquel siglo esplendoroso de la Almería pujante!
Eras entonces capital y señora de un reino de taifas,
paz, prosperidad y respeto, en un tiempo de batallas,
de internas discrepancias por el poder del trozo de tierra;
peregrinaje continuo de nuevos adoradores de tu gracia,
creciste desmesuradamente, tanto que hubo que amurallarte.
Jairán cercó tu borde oriental, el arrabal de la Musalla
y Zuhayr el arrabal occidental de Hawd y pasaste a ser,
tras Córdoba y Toledo, la ciudad musulmana más poblada
y tu alcazaba, la más esplendorosa joya de tu corona;
tu hija predilecta.

Fragmento del poema «Almería, mi ciudad» del libro «ALMERÍA MILENARIA»
Antonio García Vargas

miércoles, 4 de junio de 2014

EL BARRIO DE LA CHANCA

Acuarela de Julio Visconti

EL BARRIO DE LA CHANCA

La Chanca es un retrato surrealista,
un pictórico entorno que evoca las gargantas romaníes
pinceladas en piedra.
Su tosco caserío —reminiscencia mora—
pareciera la casa de muñecas de algún lejano cuento 
de las mil y una noches.
El barrio es una perla parida de la entraña
de alguna antigua almeja portuaria
de su Pescadería.

De noche —¡ah, las noches de Almería!—,
cuando tañen las mozas
sus cinturas de alpiste y mermelada,
el aire se hace música, lamento de axabeba,
los vientres se acompasan al ritmo de bandurrias
y la voz es un eco cincelado,
mixtura romaní que en la garganta
de antiguos cantaores entrecorta el quejío
mientras la luna estalla.

Sobre arenas doradas y montes capuchinos
gime el Cerrillo el’hambre
con sus voces de tierra y bulería
entonando coplillas y fandangos
que alegran las membranas del gran puerto
pesquero de Almería.

Muy cerca, a su vera, recostada en su origen milenario,
se yergue entre callejas la Almedina
y en lo alto, la alcazaba muta en joya...
¡Pareciera una diosa que emergiera
de su excelsa bahía!

Antonio García Vargas

domingo, 1 de junio de 2014

DESDE LA ALCAZABA, AYER (Almería milenaria-fragmento 1)

DESDE LA ALCAZABA, AYER
 Fragmento 1
«Patri mea totus hic mundus est»
(Mi patria es todo este mundo)

Copiosas las manos, impreciso el mohín, ajeno el labio, pensárase que el tiempo es mera farsa. Irrespirable el polen nacarado, tu ansia, monótono escenario es la sintaxis, simultánea la sangre, asedio, mácula. Cosmogónico el mar incautado, repentina el agua, asintónico el vientre, desnivelado el labio que estremecido implora. Sirena desquiciada abierta hasta las branquias esperando al Ulises caducado, ocurrencial desliz, reproducción en sepia de un retazo de nada. Hay en la tarde un pálpito de magma efervescente, caligráfico vuelo, avecilla mutada, verbigracia. La ruindad de la noche busca en vano ser poseída, trinitarias parlantes son las lenguas que escalan las murallas entreabiertas troquelándolas.
Implosiona el tejido de la realidad, dañando la suma de los cuadrados invisibles del alma. Observo la huella expansiva en la superficie del agua, hipnotizando el instante en que sumerjo tu cuerpo en el verbo virgen del primer hechizo. ¡Ah, aquella Santa Cruzada que pervirtiendo el aire sembró pánicos en la al-Meriyya pasada! Bajo velos, azules y sombras, entre aves, cantos y nardos aguarda el animal de la espesura. Frío como una pared sin sangre, urgido de la sed, imitando la perfecta comunión de los gatos. La melancolía nos empuja a buscar el centro donde florece la hortensia mientras la rota esfera de Pomodoro simboliza los horrores de las guerras. ¿Dibujamos imaginativamente hasta encontrar la lógica de los magmas? Nuestras manos no hicieron lo suficiente cuando llegaron las primeras lluvias, ni regamos la tierra heredada con nuestras lágrimas, ni aramos los campos, ni adoramos la nube que se posó sobre el río redondo escopetando voces. ¿Es posible que la bestia que busco se esconda entre cántaras y cuerpos amados? ¿Soy acaso el infiel que debía ser a toda costa expulsado? ¿Debo tomarte por la punta de las alas y lavarte, lavarme, lavarnos, en el espejo de los nombres? Lo que me rebela no procede del mar antiguo, ni forma parte de la jarcha encantada con que finalizaba la divina moaxaja, sino de esta daga que me ata a tu arena, mientras olas escarlata susurran versos sembrados en el vacío de otros corazones.

Antonio García Vargas
(del libro «Almería milenaria»)