ETAPAS
Hay tres periodos en la evolución de los reinos de taifas. Son los siguientes:
De 1009 a 1031
Las distintas facciones (linajes o ta'i-fah, plural de clan
—tawa'if—) se hacen con el poder progresivamente en sus gobiernos locales, al
tiempo que apoyan a los efímeros pretendientes a califa manejándoles según sus
intereses y como aval de prestigio del poder al que aspiran. En este periodo se
consolidan unos treinta poderes locales, al frente de los cuales, los caudillos
regionales usan títulos honoríficos (laqb) usados por los califas y el
chambelán Almanzor (como Al-Mansur o Al-Mundir), pero sin proclamarse estos
reyezuelos califas personalmente. Las intrigas por la cabeza del califato se
desarrollaban fundamentalmente en Córdoba, pero desde la capital se perdió todo
control sobre el resto de las coras andalusíes, que aprovecharon los
incipientes reyezuelos taifales para gobernar con independencia, acuñando
moneda y creando una administración independiente.
De 1031 a 1045
Con la desaparición formal de la figura del califa, los reyes
taifas procuran imitar los modos califales a escala local, construyendo
palacios regios, nombrando visires, rodeándose de una corte monárquica y
procurando atraer intelectuales y poetas que canten sus glorias, valiéndose del
cultivo del género literario del panegírico, tan importante para la cultura
islámica. La lucha por la supervivencia de los pequeños reinos y por la
expansión de los más pujantes, generan importantes gastos en recursos
militares, que consistían fundamentalmente en tropas mercenarias. Esto, unido a
las parias o impuestos pagados a los más guerreros ejércitos cristianos, bien
para aliarse con ellos contra otro enemigo, bien para comprar la paz, fue
debilitando la pujanza del Al-Ándalus. Las taifas mayores dominan a las satélites,
y se consolidan como potencias las taifas de Badajoz, Toledo, Zaragoza y
Sevilla. En el Mediterráneo destaca la taifa de Denia-taifa de Baleares, que
armó una importante flota bélica.
De 1045 a 1090
Las guerras interinas, las importantes parias pagadas a los
reyes cristianos y la pujanza de estos decantó la balanza definitivamente en
favor de los reinos de León, Castilla y Pamplona. Así, en 1085, Alfonso VI
consigue fracturar el centro neurálgico de la cultura
musulmana, tomando la Taifa de Toledo y estrangulando la vía medular de
comunicación andalusí, que iba de Tortosa a Sevilla, pasando por Zaragoza y
Toledo. Valencia, rica y deseada, no consigue consolidar una dinastía fuerte, y
su debilidad le llevó a subordinarse a los reyes de Toledo, de Zaragoza, e
incluso al rey Alfonso VI de Castilla, y, finalmente, a ser conquistada por El
Cid en 1092. En 1085 los reyes taifas de Badajoz y Sevilla solicitan socorro a
los almorávides que, aunque acude en defensa del islam, acabará con el poder de
los reyes taifas hispanomusulmanes, pasando Al-Ándalus a constituir una
provincia periférica de este imperio magrebí.
(Datos históricos recogidos de la revista al-Ándalus y otros textos diversos)